Las formas de resistencia también son una forma de algarabía: la diversidad sexual, las identidades móviles, el erotismo lésbico, la curiosidad como forma de habitar la intemperie, el amor compañero, las nuevas familias, la militancia gordx, el orgullo de los cuerpos plurales, los tetazos, el poliamor, la crítica al amor romántico, la felicidad autogestionada y un feminismo que no pide ser mirado, sino que se mira en marea para reclamar cambios políticos y sociales, en las calles y en las camas. Porque el feminismo del goce se opone a la violencia y al abuso, a los cuerpos delineados en uniforme y al sexo y la comida como pecado. Y, en cambio, rescata probar, comer, escribir, besar, escuchar, bailar y marchar como formas de rebelión y de disfrute. La intimidad es política. Y la revolución también. Incluso para pedir más chape y menos visto.
La revolución es una revolución del deseo.