Lascivia

Sabes que estás ligada hasta los huesos cuando aquellas sencillas cosas te resultan únicas y maravillosas. ¿Qué hay de especial en tumbarte sobre alguien y escucharlo respirar? Nada, pero cuando quieres, esa simple tarea es como ganar la lotería.

—Te amo —me interrumpe y da dos pasos hacia mí—. ¿Es lo que necesitas escuchar? Porque lo hago, te amo. No soy de palabras románticas, me cuesta decirlas. No soy del tipo que estará a tus faldas predicando amor eterno; en cambio, soy del tipo que hará lo que sea por mantenerte a salvo.

—Y tú la mujer que me apetece y, para la mala suerte de Bratt, yo no hago sacrificios por nadie.

—Ahora eres defensor de rameras.

Vuelve a abalanzarse sobre mí y vuelvo a estrellarlo contra la pared.

—¡Ninguna ramera! ¡Fui yo quien la provocó en Brasil!

Me lanza un puño que no alcanza a tocarme la cara.

—Y la volví a buscar en Hawái.

Me atropella tirándome al suelo.

—La busqué cada vez que quise cuando volvimos a la central —le ladro sobre el piso.

Clava el brazo en mi garganta.

—Eras mi amigo.

—No cuando de ella se trataba.

Me meto la mano en el bolsillo y saco la prenda que le quité meses atrás, trayendo el recuerdo de la noche de la fiesta, y es que mientras Bratt discutía, yo le quitaba las bragas que tengo en la mano justo ahora.

Alex Morgan sigue siendo el máximo jerarca, la vida transcurre y a mí nada me basta. Tengo atascada una parte de ella y reconozco que tuve un leve tropiezo con lo que tanto quería evitar.

pero llevo un año con un nudo atascado en el tórax, con un vacío absurdo que ya no sé cómo llenarlo, y me jode que la imagen de sus ojos azules y el cabello azabache tomen mi cabeza con momentos que me blanquean los nudillos cada vez que empuño las manos.

con la meta de olvidar al hombre que tanto amo, porque por mucho que lo quiera no voy a dejar que el mundo se destruya a causa del desastre que somos juntos. No sé si tardará meses, años o si no lo superaré nunca, pero de ahora en adelante debo enfocarme en eso: en olvidar, en ser alguien nuevo con una vida nueva…

—Fue un gusto estar en su ejército, mi coronel.

No me baja la mirada, solo empuña mi placa pasando saliva mientras yo grabo las facciones de su rostro: la mandíbula cincelada, los ojos grises y las pestañas pobladas. Me limpio las lágrimas y él recoge todo.

—Hasta nunca, soldado.

—Merecías un final feliz, tal vez conmigo en el mundo alterno que mencionaste una vez.

—Hubiese sido un gusto conocerlo, capitán.