¿Quién no soñaba con un mundo mejor? Era lógico que le atrajera la idea de imaginarse compañera, verse rodeada por esos seres de miradas transparentes y profundas, con serenidad de árboles. Pero nada tenía eso que ver con la realidad, con su realidad de niña rica, arquitecta de lujo con pretensiones de independencia y cuarto propio Virginia Woolf.