Rostros del mal

La vida de Manson se puede resumir en este gesto, en el intenso deseo de alzarse por encima de sus profundas carencias culturales y su baja estatura (160 cm), de su infancia de violencia y privaciones, hasta convertirse en uno de los hombres más famosos de su época.

¿Estaba loco Chikatilo? No, no lo estaba. Estaba destruido como ser humano, se había convertido en alguien incapacitado para trabajar o para atender a su familia, no tenía amigos... Solo sobrevivía en una realidad donde lo único que le hacía sentirse un hombre era ejercer el poder del asesino que destroza a las mujeres que se han burlado de él y que tienen el rostro de las víctimas a las que selecciona por oportunidad.

No, Chikatilo fue un enigma; alguien que se convirtió casi en un hombre lobo porque su inadecuación sexual fue como una grieta que derrumbó el muro que protegía todo lo que había construido con su esfuerzo, dejando escapar un odio que había logrado contener y olvidar durante treinta años. Una vez liberado, desapareció toda humanidad y se convirtió en la bestia de un mundo que llegaba a su fin.

¿Y arrancar los ojos? El criminólogo Eric Hickey opina que tal hecho no era tanto un producto de su ira o sadismo cuanto de su profunda falta de autoestima: «Debido a su sentimiento de inferioridad, no podía soportar que las víctimas lo miraran durante el ataque; si lo miraban, además, interrumpía su fantasía parafilíaca».

Su vida fue la materialización de la novela de Stevenson El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Reconoció que era capaz de ocultar con destreza a su auténtico yo —«la entidad»— ante las miradas ajenas, y que solo se sentía alguien único en esa versión alternativa de su existencia, si bien el ente acabó por devorarlo.

La policía, sin embargo, lo descartó como sospechoso: ese estudiante políticamente bien relacionado, con un buen expediente académico y sin antecedentes era incompatible con la imagen que los investigadores se habían hecho del asesino como alguien extremadamente brutal.

Mientras haya gente con un afán extraordinario por escapar de la ansiedad que implica tener que encontrar uno solo el camino en la vida, enfrentándose a la certeza de la muerte, los gurús tendrán su lugar asegurado como lobos entre corderos

El estudioso de la psicopatía J. Reid Meloy ha llegado a destacar que el psicópata no solo siente de manera intensa ese desprecio, sino que lo deriva de una profunda satisfacción consigo mismo, lo que podría ayudar a explicar las tendencias sádicas que muestran algunos psicópatas cuando someten al otro a un trato degradante.5

Los psicópatas integrados —criminales que actúan bajo la coartada de servir a la patria: políticos y militares, o delincuentes ocultos que gozan de una personalidad externa respetable—, a diferencia de los que nacen en contextos socialmente empobrecidos y que inician desde jóvenes una prolífica carrera criminal, son hábiles en disfrazar sus intenciones. Siempre recurren a escenificaciones donde dan la imagen de ser gente valiosa que puede rendir un beneficio a la audiencia a la que se dirige.

el psicópata juzga la realidad a su conveniencia, pero no tiene alucinaciones o delirios fantásticos, no está «viviendo» una realidad alternativa, como le sucede al psicótico. Sencillamente, no le interesa nada que no sea su propia grandeza, que se mide por su capacidad de ostentar el poder mediante el ejercicio del terror.