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Diego Golombek

Sexo, drogas y biología

¿De qué hablamos cuando hablamos del amor y del sexo? ¿De ciencia? Nada en la vida es más importante, más divertido, más interesante o más problemático que el sexo. Claro que para los diferentes bichos que hay sobre la Tierra, decir sexo quiere decir aventuras muy pero muy diferentes. Además, para muchos de estos comportamientos sexys hay que hacerse notar…

¿Y todo para qué? Para elegir a la mejor pareja con la cual mezclar el material genético y tener hijitos sanos y fértiles. Mujeres y varones no escapan a las generales de la ley: por suerte, hay diferencias entre géneros en el cuerpo, en la organización del cerebro, en las emociones, en la percepción de la belleza.

Y vale la pena estudiarlos para entenderlos, para entendernos; no por eso dejaremos de ser simpáticos, impredecibles, poéticos. En este libro veremos por qué los nenes son nenes y las nenas, nenas; por qué suelen elegirse unos a otros, qué es la belleza en términos biológicos, dónde está el amor en el cerebro.

Y, por el mismo precio, un poco de rock and roll.
153 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2019
Publication year
2019
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Quotes

  • Irving Floreshas quoted8 months ago
    Por suerte, y en parte gracias a Kinsey, se comenzó a aceptar que en la variedad está el gusto. Después, muy poquito después, vendrían los años sesenta.
  • Irving Floreshas quoted8 months ago
    las mujeres también producen andrógenos y los hombres estrógenos. Íbamos tan bien, y se complicó la cosa: ¿para qué sirven esas hormonas del supuesto sexo opuesto?

    Muy recientemente se estudió una de las posibles funciones de los estrógenos en el macho. Como toda hormona, para actuar necesitan de un receptor, algo que los reconozca y haga que las células actúen en consecuenc
  • Irving Floreshas quoted8 months ago
    Pero algo andaba mal, ya que había casos que no se condecían con la teoría… recién en 1959 se clarificó el rol de los cromosomas sexuales en humanos. Al igual que en el caso de las moscas, se necesitó estudiar algunos casos raros, como el síndrome de Turner, que está representado por hembras que son X0, y el de Klinefelter, representado por machos XXY.[5] Según estos casos, está claro que no es el número de cromosomas X el que determina el sexo (si no, por ejemplo, aquellos que tengan síndrome de Klinefelter serían necesariamente hembras), así que en humanos el modelo de determinación del sexo es diferente del de las moscas: dime si tienes un cromosoma Y y te diré si eres macho o no.

    En embriones humanos, entonces, el cromosoma Y hace algo para que se determine el sexo, y aparentemente lo hace alrededor de la séptima semana posfertilización. Sin embargo, también esta regla tiene excepciones: hay machos XX que tienen genitales externos y gónadas masculinas, mientras que también existen hembras XY, que tienen características generales femeninas, aunque en ninguno de los dos casos (que son raros, aproximadamente 1 en 20.000 personas) se producen gametas de ningún tipo, por lo que se trata de individuos infértiles.

    ¿Qué es lo que pasa en estos machos XX o hembras XY? ¿Será que los machos XX mantienen aunque sea una porción del cromosoma Y? Efectivamente es así, y esa partecita alcanza para masculinizar al embrión. Por su parte, en las hembras XY justamente falta esa parte del Y que es importante para masculinizar. Existe, entonces, una región crítica en el cromosoma Y. En ella hay un gen, llamado sry, que determina que se prendan o apaguen ciertos genes en el embrión para dirigir su desarrollo hacia un varón (dijo la partera).

    Por su parte, las hembras XY (que no tienen el gen sry) producen hormonas femeninas, por lo que están perfectamente feminizadas, aunque sin óvulos. Hacia la pubertad se las trata con hormonas para que se desarrollen normalmente (aunque no serán fértiles).

On the bookshelves

  • Miriam Carrillo
    SCA TJ
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