Sé un hacedor de círculos

«Dios mío, ¿cuánto es para ti un millón de años?». Dios le respondió: «Un millón de años es como un segundo». Entonces el hombre le preguntó: «¿Y cuánto es un millón de dólares para ti?», Dios le respondió: «Un millón de dólares es como un centavo». Entonces el hombre sonrió y le dijo: «¿Me puedes dar un centavo?». Dios le devolvió la sonrisa y le dijo: «Por supuesto; espérate un segundo».

Pero a Dios nunca se le olvidan las fechas que él mismo ha fijado.

«Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes».

Si Dios lo ha llamado, está cualificado.
Lo importante nunca es: «¿Estás cualificado?». Lo importante siempre es: «¿Has sido llamado?».

Para Dios no hay cosas grandes o pequeñas, fáciles o difíciles, posibles o imposibles. Esto se nos hace difícil de entender, porque todo lo que nosotros hemos conocido siempre son las cuatro dimensiones dentro de las cuales nacimos, pero Dios no se halla sujeto a las leyes naturales que él mismo instituyó. Él no tiene principio ni fin. Para el infinito, todas las cosas finitas son iguales. Hasta nuestras oraciones más difíciles son fáciles de responder para el Omnipotente, porque para él no existen los grados de dificultad.

El tamaño de nuestras oraciones depende del tamaño de nuestro Dios. Y si Dios no conoce límites, entonces tampoco los deberían conocer nuestras oraciones.

Acaso el poder del SEÑOR es limitado».
La respuesta obvia a esa pregunta es que no. Dios es omnipotente, lo cual por definición significa que no hay nada que él no pueda hacer. Y sin embargo, muchos de nosotros oramos como si nuestros problemas fueran más grandes que Dios.

La mayor tragedia de la vida está en las oraciones que se quedan sin respuesta, porque nosotros no las hemos hecho.

Se comienza a trazar círculos de oración con el discernimiento de lo que quiere Dios; de aquello que es la voluntad de Dios. Y mientras su voluntad soberana no se convierta en tu deseo santificado, tu vida de oración no estará conectada a su fuente de energía

Dios no es un genio encerrado en una botella, ni tus deseos son órdenes para él. Mejor será que sus órdenes sean tus deseos. Si no lo son, no estarás trazando círculos de oración, sino que terminarás caminando en círculos.