En el fondo de la escena, el nihilismo y el hedonismo se extienden sin cesar. El individuo posmoderno se inserta en un mundo que, en un nivel social, carece de sentido. Era de la posmoralidad: el único acuerdo que existe sobre la ética consiste en decir que cada uno tiene la suya propia.118 Era de la posverdad: sobreviene una indiferencia abrumadora respecto de la importancia de la verdad, encubierta bajo la idea, mal interpretada, de que «no existen hechos, solo interpretaciones».119 Era posfáctica: surge «una apatía hacia la realidad, e incluso una anestesia para
la realidad»;120 la realidad incluso sucumbe al simulacro.121 Era de las identidades posnacionales y posclasistas: ni la patria ni el trabajo, que se disputaron la lealtad de los grupos sociales a lo largo del siglo XX, creando encendidas narrativas para ellos, otorgan hoy un sentido identitario fuerte a la mayoría de los individuos.122 Era del poshumanismo: nuestros tiempos dudan incluso de que el hombre tenga algo de especial y, al revés de lo que hicieron los cultores del proyecto moderno, quitan al hombre del centro del mundo.