Creo que debería irme —susurró.
—¿Tan pronto? —intenté besarlo de nuevo y él sonrió, al tiempo que se apartaba.
—Sé que te cuesta asimilar la idea de estar sin mí…
—Y por lo que veo, a ti te es imposible dejar de ser un estúpido.
—Es probable. —Se levantó de la cama y se inclinó hacia mi escritorio, cogiendo algo. Sostuvo entre las manos la flor que me había mandado la semana anterior e hizo girar el tallo entre los dedos—. ¿Sabes que cada vez que mientes muere un gatito? —Sonrió de lado—. Tendré que ir con cuidado, ahora que sé que no solo eres cleptómana sino también una pequeña mentirosa. ¿Qué más secretos escondes, Léane?