—Soy consciente. Y lo siento. De veras —dijo, cerrando los ojos cuando me dispuse a replicar—. Esto no es justo. Ni remotamente sano. Créeme. Lo entiendo. No es culpa tuya. Pero no soy un buen tío, Ally, y la vida no es justa. Cuanto antes te des cuenta, mejor.
—Vale, mensaje recibido. ¿Y qué piensas hacer tú, exactamente, mientras yo no salgo con nadie? ¿Tirarte a todas las mujeres de Manhattan que no trabajen para ti?
Había vuelto a invadir mi espacio y pude sentir el pulso de su rabia. Estaba acompasado con el mío.
—Seguir haciendo lo que no he dejado de hacer desde que te conocí —dijo enfadado.
—¿Qué?
—Matarme a pajas pensando en ti.
Me fallaron las rodillas.