“Siempre fui un chico normal, por lo menos, hasta que alcancé la edad suficiente para ir al instituto y comencé a interesarme por la física, el álgebra, el cálculo, en definitiva, por todo lo que llamamos ciencias puras. Éste fue mi gran error ya que descubrí, para mi desgracia, que se me daban muy bien, demasiado bien. Quiero aclarar este punto: digo para mi desgracia porque esto fue lo que provocó todo, una reacción en cadena de acontecimientos que me llevaron a mi situación actual, encerrado entre cuatro paredes acolchadas y un camisón revestido con camisa de fuerza incluida como única vestimenta.”
Así empieza la historia de Manu, un adolescente normal cuyos padres lo envían a un internado porque, al destacar en ciencias puras, ha llamado la atención de los directores, que le auguran un brillante porvenir allí, si se le controla la incipiente esquizofrenia. Comparte habitación con Martín, un genio de la informática que diseña un juego de ordenador complejo y compulsivo, pero las fronteras entre el juego y la realidad empiezan a borrarse para los dos.