Se presenta como un ente inmisericordemente filantrópico. Sólo quiere lo mejor para nosotros. Cual tutor bondadoso, se preocupa por nuestra salud, nuestros modales y nuestra moral. En ningún caso cuenta con la posibilidad de que nosotros mismos sepamos lo que es bueno para nosotros; a sus ojos, somos demasiado impotentes e incapaces para ello. Por eso necesitamos ser atendidos y reeducados a fondo.
Fumamos; comemos demasiada grasa y azúcares; colgamos crucifijos en las aulas; acaparamos bombillas ilegales; ponemos a secar la ropa al aire libre, cuando éste no es su lugar. ¡Adónde iríamos a parar si pudiéramos decidir nosotros mismos a quién queremos alquilar nuestra vivienda! ¿Es admisible que haya desviacionistas que paguen sus jubilaciones de empresa como les da la gana y que en Madrid o Helsinki quieran implantar un límite de velocidad que diverge de la euronorma? ¿Acaso no es necesario que en todas partes, sin consideración alguna del clima y de la experiencia, se utilicen exactamente los mismos materiales de construcción? ¿Puede quedar al arbitrio de cada país lo que ocurre en sus escuelas y universida