La filosofía, en efecto, no tiene proposiciones específicamente propias, como las ciencias positivas; es decir, no existe un lenguaje filosófico; una obra de filosofía (tal como Wittgenstein lo entiende) es esencialmente un conjunto de clarificaciones nada más; la filosofía no es una doctrina o una teoría, un corpus positivo del saber, sino una praxis analítico-crítica, una actividad que consiste en la clarificación lógica de (pensamientos y) proposiciones (4.112).