Los hombres jamás entenderían la absoluta injusticia que suponía el hecho de que, físicamente, fueran más fuertes. Ya fueran altos, bajos, desmotivados o delicados; lo cierto es que la mayoría de ellos, si se lo proponían, podrían someterme sin ningún problema. Nunca sabrían lo que significaba no poder caminar sola sin estar en constante alerta. Y eso era algo que siempre me había sacado de quicio.
Menudos imbéciles.