Lo que vino después fue peor, mucho peor.
-Dios...-dije sin poder evitar moverme.
Sus manos me cogieron por la cintura y su lengua empezó a trazar círculos sobre mi piel hipersensible... sentí que me moría, que me moría de placer allí mismo. Chupo, beso, lamio y soplo hasta que el orgasmo me llegó casi sin avisar.
Grité sin ser consciente de que lo hacía, agarrándome a las sabanas con fuerza.
Dios... había sido la experiencia más erótica de mi vida.