La verdad es que me gustaría matar a todo el mundo menos a ti y a mí. Todos están podridos. En fin, ¿a quién diablos le importa? Conseguiré salir adelante aunque se pongan todos en mi contra. Cuando esos jueces me metieron en la cárcel, a ninguno se le ocurrió decir: «En fin, muchacho, no parece que te hayan tratado con justicia. Primero te convierten en bandido y luego se ponen como locos porque te comportas como tal y lanzan tras de ti a unos polis aún más bandidos que tú». Los jueces son más tontos que los rateros, te lo garantizo.