A Adam no se le daba nada bien aquello. Quedarse ahí parado, estático, mientras a ella se le llenaban cada vez más los ojos de lágrimas. Olive se dio cuenta de que Adam se sentía inútil, de que tenía las manos cerradas en puños junto a los costados, y ella… lo amó aún más por eso. Por mirarla como si fuera el principio y el fin de todos sus pensamientos.