Raúl Abeillé nos sorprende y golpea, nos tira a la cara una realidad que no terminamos de comprender. Que es la de él y la nuestra, impiadosa y al mismo tiempo subyugante. Amor, dolor y muerte. Y una máscara que disfraza nuestra condición de viajeros amenazados por la certidumbre del destierro.
En esta “ronda” Abeillé nos asalta ya desde el primer título «fugacidad es la maldición” y nos encontramos también con el tema de la dualidad humana. Allí está su contrafigura: el de carne inmaculada / en la fotografía luminosa. Siempre el rasgo sorpresivo, la adjetivación original, aguda.
Pero sabemos que no dice solamente lo que dice. En los intersticios de sus versos se agolpan abismos, desencuentros, hastíos, impotencias. (…)
MARGARITA OLIVA