Existe una extraña contradicción en la gentileza un tanto naïf con que la humanidad ha tratado el universo. En la Tierra, el hombre puede pisar otro continente y, sin pensarlo, destrozar una civilización hermana mediante la guerra y la enfermedad. Pero cuando mira las estrellas, se vuelve sentimental y cree ingenuamente que si la inteligencia extraterrestre existe, será una civilización formada por una moral universal, de carácter noble, como si amar las distintas formas de vida fuera una conducta universal evidente.