El fin de la oscuridad

Palabras como «triste», «lúgubre» y «deprimido» no dejan espacio a la cualidad valiosa y oscura de la melancolía, que siempre he visto como una apreciación sensible de que el cambio sucede en cada segundo de nuestras vidas, que todo y todos a los que amamos morirán y que al saber esto es cuando tenemos oportunidad de compartir nuestra gratitud mientras tenemos tiempo.

Estoy de acuerdo, y mientras escribo este libro recuerdo el poema de Wendell Berry:

Estar a oscuras con una luz es conocer la luz.

Conocer la oscuridad, estar a oscuras. Quedarse sin vista,

y encontrar que la oscuridad, también, florece y canta,

y es transitada por pies oscuros y oscuras alas.

Estoy de acuerdo, y mientras escribo este libro recuerdo el poema de Wendell Berry:

Estar a oscuras con una luz es conocer la luz.

Conocer la oscuridad, estar a oscuras. Quedarse sin vista,

y encontrar que la oscuridad, también, florece y canta,

y es transitada por pies oscuros y oscuras alas.

«Si de alguna manera pudiéramos guardar lugares en los que siempre podemos percibir el misterio de lo desconocido —dice— nuestras vidas serían más valiosas.»

«Todos necesitamos de la belleza como del pan: lugares para jugar y para rezar, donde la naturaleza pueda sanar y alegrar y dar fortaleza al cuerpo y al alma».

Es lo que el psicólogo Peter Kahn llama «amnesia ambiental generacional», una condición en la que «el problema es que la gente no reconoce que hay un problema» porque no conocen algo mejor. Es decir, si nunca se ha conocido un cielo nocturno más oscuro que el que se conoce, ¿por qué habría que pensar que hay algo que está mal?

«Un cielo nocturno sin contaminación lumínica que permita el placer y la contemplación del firmamento debiera ser considerado como un derecho inalienable de la humanidad equivalente a otros derechos ambientales, sociales y culturales».

«Rafael Arozarena, un escritor de mi tierra, un isleño del medio del mar, sintetizó el espíritu de la declaración en un poema corto y hermoso:

Nos ha tocado en suerte,

de tierra sólo un puño;

de cielo, todo el cielo.»

Y quisiera citar a Einsten: “Aquel que ya no puede detenerse a asombrarse y sentirse raptado por la sorpresa es tan bueno como un muerto: sus ojos están cerrados”.»

«Piensas “¿quién soy?, soy una pulga en un animal enorme”, y eso verdaderamente te pone en tu lugar. Pero somos arrogantes, de miras cortas, no consideramos nuestro propio futuro porque no consideramos el de nadie más.