Antes de reunirme con él, me quedo unos minutos a solas para apuntar en la libreta los incidentes principales que han sucedido esta noche: el relato negativo de los primeros meses de nuestro hijo, la anécdota de su fiesta de cumpleaños, en la que no me menciona. Y, sobre todo, la clementina. Una línea escrita a pluma para dejar constancia de su traición con sabor amargo a fruta de supermercado.