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Miguel de Unamuno

San Manuel Bueno, mártir

  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Cuenta la Biblia que cuando el profeta Elías, yendo por el desierto, se metió en una cueva del monte Horeb, se le llegó Jehová, pero no en el huracán que rompía los peñascos, ni en el terremoto que se le siguió, ni en el fuego, sino en un «susurro apacible y delicado». Y así Dios se nos revela mejor en la lucecita de la luciérnaga que no en la lumbre encegadora del Sol.
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Si un hombre fuera precisamente tan avisado que pudiese ocultar que estaba loco, podía volver loco al mundo entero.
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Don Manuel Bueno busca, al ir a morirse, fundir —o sea salvar— su personalidad en la de su pueblo;
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    lo que les atosigaba era el pavoroso problema de la personalidad, si uno es lo que es y seguirá siendo lo que es.
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    comprometió toda su vida a la salud eterna de sus prójimos, renunciando a reproducirse,
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    ¿Y es que el hombre y con él su mujer se dan a propagarse para conservarse, o se dan a conservarse para propagarse? Y no quiero sacar aquí a colación al profeta puritano Malthus.
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Lo mismo en mi obra El sentimiento trágico de la vida que en La agonía del cristianismo, el cogollo humano lo forma la cuestión de la maternidad y la paternidad, de la perpetuidad de la especie humana,
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Todo relato tiene su sentido trascendente, tiene su filosofía, y nadie cuenta nada sin otra finalidad que contar.
  • Manuel Robledohas quoted3 days ago
    Ni siquiera he querido añadirle algo que recordé después de haberlo compuesto —y casi de un solo tirón—, y es que al preguntarle en París una dama acongojada de escrúpulos religiosos a un famoso y muy agudo abate si creía en el infierno y responderle éste: «Señora, soy sacerdote de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, y usted sabe que en ésta la existencia del infierno es verdad dogmática o de fe», la dama insistió en «Pero usted, monseñor, ¿cree en ello?», y el abate, por fin: «¿Pero por qué se preocupa usted tanto, señora, de si hay o no infierno, si no hay nadie en él...?»

    No sabemos que la dama le añadiera esta otra pregunta:

    «Y en el cielo, ¿hay alguien?»
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