Ni siquiera me da tiempo de terminar mi oración. Su boca se posa sobre la mía en un instante, desesperada, urgente. Y yo me dejo llevar. Odio rendirme, pero quizá es distinto cuando ambos nos rendimos ante la misma cosa porque esto no se siente horrible. Todo lo contrario. Me zumba el cerebro, y todos mis pensamientos flotan como en fragmentos mientras él me besa más, mientras pone su mano alrededor de mi cintura y me presiona contra la pared. P