Esta fe es la mía

El estudio de las doctrinas hindúes arroja, sobre este asunto, una luz mucho más viva que ningún texto cristiano de mi conocimiento. Los cristianos no han explicado jamás, que yo sepa, por qué la castidad (y, sobre todo, la virginidad) tiene un valor espiritual. Es una laguna grave y que aleja de Cristo a muchas almas.

contienen asimismo verdades incomparablemente preciosas.
Son reflejos diversos de una verdad única, que no puede traducirse a palabras humanas. La podemos presentir a través de uno de esos reflejos. Y mejor aún, a través de varios.

La historia de la creación y del pecado original en el Génesis es verdadera. Pero también lo son las historias de creación y pecado original de otras tradiciones y contie

Entre todos los libros del Antiguo Testamento, solo un reducido número (Isaías, Job, Cantar de los Cantares, Daniel, Tobías, una parte de Ezequiel, una parte de los Salmos, una parte de los libros sapienciales, el comienzo del Génesis...), así como algunas fórmulas dispersas en los demás son asimilables para un alma cristiana.

Creo que el misterio de lo hermoso en la naturaleza y en las artes (solo en el arte de primer orden, el que es perfecto o casi) es un reflejo sensible del misterio de la fe.

Para subordinarse a la facultad del amor, las demás facultades han de encontrar, cada una, ahí mismo su propio bien; en especial, la inteligencia, que es la más preciosa después del amor. Así es como ocurre.

Cuando la inteligencia, después de haber guardado silencio para permitir que el amor invada toda el alma, comienza de nuevo a ejercerse, se da cuenta de que dispone de más luz que antes, de una mejor actitud para captar los objetos, las verdades que le son propias.

Los misterios de la fe no son materia para la inteligencia entendida como facultad que permite afirmar o negar. No son del orden de la verdad, sino de un orden superior. La única parte del alma humana capaz de entrar en contacto real con ellos es la facultad del amor sobrenatural, y, en consecuencia, solo ella es capaz de profesarles adhesión.

Dios quiere permanecer oculto: «Tu Padre, que está presente en lo secreto»74.

Puede, así, haber una persona llorando de dolor físico, mientras, a su lado, otra llora al pensar en Dios con un amor puro. En ambos casos hay lágrimas, que son efecto de un mecanismo psico-fisiológico. Pero en uno de los casos un engranaje del mecanismo es sobrenatural y hablamos de la caridad. De este modo, y a pesar de que las lágrimas sean un fenómeno tan ordinario, las de un santo en estado de contemplación auténtica son sobrenaturales.
En este sentido, pero solo en este sentido, los milagros de un santo son sobrenaturales, al mismo título que todos los efectos materiales de la caridad. Una limosna dada por caridad pura es un prodigio tan grande como andar sobre las aguas.