Podría parecer que el Dios de los místicos es una alternativa posible. Los místicos han insistido durante mucho tiempo en que Dios no es otro Ser; han subrayado que no existe realmente y que es mejor darle el nombre de Nada. Este Dios está en armonía con el ambiente agnóstico de nuestra sociedad secular, que muestra su desconfianza ante las imágenes inadecuadas de lo Absoluto. En lugar de ver a Dios como un hecho objetivo, cuya existencia se puede demostrar con pruebas científicas, los místicos han insistido en que es una experiencia subjetiva, una vivencia misteriosa en el fundamento del ser. Hay que acercarse a este Dios con la imaginación y se puede pensar que es una forma de arte, semejante a los otros grandes símbolos artísticos que han expresado el misterio, la belleza y el valor inefables de la vida. Los místicos se han servido de las diversas artes (música, danza, poesía, ficción, relatos, pintura, escultura y arquitectura) para expresar esta realidad que está más allá de los conceptos. No obstante, como todas las demás artes, el misticismo exige inteligencia, disciplina y autocrítica como una salvaguarda contra la sensiblería y las proyecciones complacientes.