El jardín de las mariposas

—¿La «justicia» cambia algo de lo que él hizo? ¿De las cosas que vivimos? ¿Les devuelve la vida a las chicas que metió en el cristal?

—Samira —dice al fin, con voz temblorosa—. El nombre en mi certificado de nacimiento era Samira Grantaire.

—¿Y Hitler creía que él era malo?

Eddison se recorre de golpe hasta el borde de su asiento.

—¿Estás comparando al FBI con Hitler?

—No, estoy abriendo una discusión sobre perspectiva y relatividad moral.

—¿Alguna vez te has preguntado si realmente somos los buenos?

—Si esperas que nadie te note o que te olviden, siempre te sorprende al menos un poco cuando alguien te recuerda.

Él la mira aún con una mano en la puerta, pero la chica tiene los ojos cerrados y su rostro está lleno de un dolor que Victor no puede comprender.

—¿Esto significa que puedo dormir? —pregunta sin emoción.

¿No debería estar feliz de que su verdugo esté muerto?

—Samira —dice al fin, con voz temblorosa—. El nombre en mi certificado de nacimiento era Samira Grantaire.

—Nadie hablaría sobre una Mariposa que escapó si ninguna lo hubiera logrado —masculla Inara contra el cabello de Sophia—. Habría sido demasiado doloroso.