Este libro se ocupa de la oposición que encontró el cristianismo en algunos sectores intelectuales, y que continúa abierta: cada vez que el racionalismo -liberal o totalitario— se ha opuesto al mensaje salvador de Jesucristo, lo ha hecho repitiendo los argumentos esgrimidos por los grandes enemigos de la fe, Celso, Porfirio y Juliano el Apóstata.
Indirectamente, el autor pone de manifiesto la perenne actualidad de los grandes apologistas cristianos de aquellos siglos: Orígenes, Ambrosio y Agustín.