Cuando, en cambio, se nos pregunta si está bien o está mal que una mujer decida «quedarse en su casa», deberíamos evitar caer en la trampa de la condena, pero también en la de la celebración de «toda elección es feminista», porque no es cierto que toda elección personal sea feminista; ni siquiera toda elección personal de una feminista es feminista. Lo más preciso sería aceptar que las elecciones individuales de vida no son feministas o antifeministas; son únicas, complejas y profundamente íntimas. No son, quizás, entonces, el objeto principal de la discusión pública feminista.