Una reflexión sobre el deseo y sobre todo aquello que nos sucede cuando nos sentimos desbordados por él.
Cuatro personajes protagonizan los versos de estos poemas: la mujer que los canta, un Toro, un coro de ancestras y una flor cuyo nombre es Amarilis. Poco o nada sabemos de esa mujer, aunque su voz —a ratos primaveral y desbocada, a ratos una voz pidiendo auxilio— no cese de cantar. Y es que su canto es el canto de una necesidad: la de quién ha sentido, galopando por las estepas de su cuerpo con las fuerzas desmedidas del anhelo y la pasión, el dominio salvaje del Toro, y ahora, sometida y condenada, en medio de los estragos del amor, no puede sino contarlo, explicarse, medirse a sí misma de nuevo. Obsesionada con los mitos griegos, para ello recurre a Amarilis.
¿Pero quién es Amarilis? ¿Una flor, una deidad campestre, la amada de Títiro en las Bucólicas de Virgilio? ¿Y por qué, ante el ruego confesional de esa mujer, se conmina al silencio? Y el Toro, ¿es toro o encarnación de Dionisio? ¿Las ancestras son abuelas, madres, poetas? ¿Qué saben ellas que no sabe la mujer? Así, ese juego sutil de preguntas cruza constantemente los límites de lo humano, lo animal y lo vegetal, en una metamorfosis en la que todo está deformándose y transformándose de nuevo.
Con una lírica exuberante, que mezcla con absoluta maestría riesgo y elegancia, furia y sensibilidad, Amarilis es una reflexión sobre el deseo y sobre todo aquello que nos sucede cuando nos sentimos desbordados por él. Conjugando elegía, teatralidad y mitología, los poemas de Natalia Litvinova son una puerta abierta hacia lo innombrable, hacia el momento exacto en que, como en un relato clásico, un final inaugura un nuevo principio.