Lolita no es una joven pervertida, sino una «pobre niña a la que corrompen». Podemos suponer que el autor no tuvo en cuenta la magnitud del fenómeno de la sexualización de los niños, o del de la explotación sexual infantil en el círculo familiar, en la escuela, en la iglesia, que es algo bastante común, pero de lo que solo se habla como si fuera un hecho raro, una monstruosidad, una aberración. O quizá era consciente de ello y construyó su fama sobre esa escandalosa ambigüedad