Oposición

Algunos escritos sonaban muy razonables y sensatos, otros eran tan disparatados e incoherentes como la vida misma.

mientras hubiera algún resquicio para la duda, nuestra misión era facilitar el acceso a la ciudadanía sin restricciones.

¿Qué sería de mí dentro de un mes, dentro de tres meses, dentro de un año, dentro de cinco años, dentro de diez años? Ante la incertidumbre, empezaba a barajar seriamente la opción de opositar.

Porque si no, ¿qué? ¿Esperar a que mi interinidad acabara? ¿Solicitar una renovación y marchitarme un poco más? ¿O irme fuera de allí? ¿Dónde, a buscar qué, con qué galones? Para esas preguntas, yo no tenía respuestas.

el cauce administrativo sin que nadie sospechara lo más mínimo.

Bueno, me dije, la Navidad y el vino blanco me están ablandando, o quizá aquella vida no era tan mala, quizá, como decía mi madre, yo era una suertuda por formar parte de la celebración administrativa.

Tú memorízalo, insistía Beni, la utilidad está muy clara: aprobar la oposición; algún método de selección tiene que haber, ¿no? Quienes memorizan las preguntas cumplen con su parte del pacto.

Una oposición es una competición donde hay vencedores y vencidos, como una carrera de obstáculos, como una guerra. Solo ganan los más rápidos, los más listos, los más eficientes, los más disciplinados, los más obedientes, los que no se distraen, ni dudan, ni se entretienen ni se equivocan, los que nunca dan rodeos ni jamás se entregan a ninguna flaqueza.

la funcionaria las saludó con brevedad pero con confianza, como se saluda a los desconocidos que se ven a diario.

A veces, Parlamento se escribía en mayúsculas y otras no. Lo mismo ocurría con Decreto (decreto) o Reglamento (reglamento). Una pregunta aparecía en interlineado simple, cuando todas las demás estaban en doble. Algunas comenzaban con mucho preámbulo y en imperativo, otras iban a tiro hecho y sin rodeos. Por defecto, el trato era de usted, pero inesperada y alegremente aparecía algún tú.