Relato de un náufrago

primer día, 28 de febrero, fue el del accidente. El segundo el de los aviones. El tercero fue el más desesperante de todos: no ocurrió nada de particular

yo iniciaba en París este exilio errante y un poco nostálgico que tanto se parece también a una balsa a la deriva

sería capaz de inventar cualquier cosa por dinero

Había sido condecorado, había hecho discursos patrióticos por radio

El cuento había sido contado a pedazos muchas veces, estaba manoseado y pervertido, y los lectores parecían hartos de un héroe que se alquilaba para anunciar relojes

Luis Alejandro Velasco llegó por sus propios pies a preguntarnos cuánto le pagábamos por su cuento,

nueva aventura que causó un cierto revuelo en el país, que a él le costó su gloria y su carrera y que a mí pudo costarme el pellejo

era que aquel rastreo agotador había de conducirnos a una

la reconstrucción periodística de lo que él me contó, tal como fue publicada un mes después del desastre por el diario El Espectador de Bogotá

habría sido una trastada política impedir que se continuara la serie: la circulación del periódico