Había intentado llevarse a nuestra hermana (muy dispuesta a seguirle) y había faltado poco para que le matáramos entre todos. Y ahora, también súbitamente, todo el mundo estaba besándose, llorando, abrazándose, perdonándose. Madre le echó los brazos al cuello al muchacho y casi le estrangula de nuevo, esta vez de afecto. Toda la reunión se trasladó a la oscura trascocina, entre suspiros y murmullos