Caraval

—Lo sé, y créeme cuando te digo que caer al vacío no es una bonita forma de perder la vida.

Scarlett por n era libre. Se había librado de su padre. Era libre para ir donde quisiera. Julian le había concedido esa posibilidad con las coordenadas de su reloj de bolsil o.

algún día, nuestro padre pagará por todos sus pecados. Cada noche rezo para que baje un ángel y le corte las manos, de forma que no pueda volver a hacerle daño a nadie.

Lo único que quedaba era el reloj de bolsil o de Julian y la chistera, apoyados sobre una carta oscura.

—Pues no permitas que acabe así. Ya te lo he dicho: no vale la pena l orar por mí. —Julian alargó una mano para secarle las lágrimas, pero la dejó caer antes de poder alcanzarla.

—No hagas esto por mí, Escarlata. —Julian le lanzó una mirada suplicante a la joven—. No puedes entregarte a él. No me importa lo que me ocurra.

—Pero a mí sí —

Recordó haber pensado que amarlo sería como enamorarse de la oscuridad, pero ahora pensó que sería más bien como una noche estrel ada: las constelaciones siempre estaban al í, como guías tenaces y majestuosas frente a la omnipresente negrura.

—Por eso, cuando mis amigos y yo nos enteramos de tu compromiso —

prosiguió Julian—, supimos que solo era una cuestión de tiempo antes de que Legend te invitara a Caraval para poder romperlo.

—Yo te protegeré —susurró Julian.

—No sé qué funeral crees que viste, pero yo solo he asistido a uno en mi vida, el de mi hermana Rosa: la prometida de Dante. Yo no soy Legend. Estoy aquí porque quiero impedir que destruya a más gente, tal y como hizo con el a.