Mi vocación, supongo, estaba clara: yo era alguien que quería escribir. Pero si la escritura se abría paso con éxito en ese espacio doméstico –el jardín, el patio, el cuarto, el escritorio, la cocina, etcétera–, no tenía idea de cómo hacer para, literalmente, sacarla de allí; cómo hacer para, literalmente, ganarme la vida con eso