Mientras redactaba su obra maestra El gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald escribió una serie de historias donde ensayaba la relación entre un hombre hecho a sí mismo y una mujer frívola y rica, preferentemente rubia. Algunos fueron incorporados a la novela, otros sirvieron exclusivamente para construir esa atmósfera a ritmo de jazz, dominada por el alcohol y el lujo, que constituye el entorno de Gatsby. Tres de esos relatos -Sueños de invierno (1922), Dados, puño americano y guitarra (1923) y Lo más sensato (1924)— han sido seleccionados para componer este libro donde subyace el azaroso romance que Scott Fitzgerald mantuvo en vida con su mujer, la voluble y snob Zelda. En estas tres joyas se advierte claramente la herencia literaria de Mark Twain y se abre el camino a otros autores como Carson McCullers o Tennesse Williams. Son el retrato de una generación que triunfó en la Primera Guerra Mundial y se hundió en el Crack del 29.