A veces, cuando me hacen alguna entrevista, o bien me felicitan por mi «talento», mi «don», o me preguntan cómo lo descubrí. (No sé, parecen creer que estaba tirado en mi armario o por ahí, en la calle, esperando a ser descubierto.) Por lo general, me era difícil contestar a esto educadamente, explicar que no creía demasiado en lo del talento para escribir. La gente que quiere escribir o bien escribe, o no escribe. Al final empecé a decir que mi talento —o hábito— más importante era la perseverancia. Sin ella, habría abandonado la escritura mucho antes de que terminase mi primera novela. Es increíble lo que podemos hacer si sencillamente nos negamos a rendirnos.