El poema como pensamiento que emerge desde una orilla casi inexistente; el presente, nuestra época, con sus heridas y sus máscaras y su mezquindad, y su propia destrucción. El poema como pensamiento, como crítica donde nadie, donde casi nadie queda exento, al habitar, como de costumbre, bajo una orilla de tierra no firme, en el que el poema ata y desata un mundo con su absurdidez. ¿Quién entonces podrá derribar este caos? ¿Quién con sus cenizas elevará un mundo nuevo, donde cada uno no pueda ser verdugo de sí mismo?
Como dijo algún poeta, si existir es un sinsentido, el poema es un lejano “canto y sentencia”, una muda señal de nuestro devenir intrascendente. Pero ahora viene el silencio, por fortuna vendrá el silencio, el silencio…