Crepusculo

– Dijiste que me querías.
– Eso ya lo sabías -le recordé, hundí mi cabeza en su hombro.
– Da lo mismo, es agradable oírlo.
Oculté la cara contra su hombro.
– Te quiero -susurré.
– Ahora tú eres mi vida -se limitó a contestar.

Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión.

– Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería.

El abrumador anhelo de tocarle también se negaba a desaparecer.

También recordaba a Alice, sentada junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarla en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda.

También recordaba a Alice, sentada junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarla en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda.

—El crepúsculo, otra vez —murmuró—. Otro final. No importa lo perfecto que sea el día, siempre ha de acabar.

—Te dije que no iba a irme a ninguna parte. No temas, estaré aquí mientras eso te haga feliz.

Te han efectuado varias transfusiones. No me gusta, hizo que olieras bastante mal durante un tiempo.

Esperaba que eso significara que seguía viva. La muerte no podía ser tan incómoda.