Morir por las ideas

Si la autoformación es modernidad con otro nombre, entonces conocemos la fecha de nacimiento de esta: 1486. Fue cuando Giovanni Pico de la Mirandola no pudo realizar el debate público sobre sus No

importante en ambos casos –la creación del yo y la creación literaria– es que llegar a ser esto o aquello es, en última instancia, una cuestión de movimiento continuo; ni una personalidad ni un personaje literario vienen dados de una vez para siempre, los dos son resultado de un complejo proceso de formación, deliberación y proyección.

«Solo una cosa es necesaria. “Imprimir estilo” al propio carácter –¡qué arte tan grande y tan raro!»

la idea de «formación del yo» siguió vigente después del Renacimiento y pasó a ser una dimensión importante en la era moderna

Huelga decir que este «en medio», este «ni ángel ni bestia», por utilizar la expresión de Pascal, es, por definición, el espacio de la autoformación

Difícilmente se podría encontrar en la era moderna una definición más apropiada de la condición humana. Sin raíces que nos aten a un lugar, podemos sentirnos en casa en cualquier parte que queramos; sin cara propia, podemos llevar la máscara que prefiramos

Así pues, hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y, colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera

Puede que el ser humano no tenga un lugar propio, pero eso es lo que lo hace especial. Puesto que Dios ha olvidado darle un puesto natural y propio en el cosmos, debe rectificar y ofrecerle alguna clase de compensación. Lo justo sería hacerlo copropietario de todo lo creado:

Detalle fundamental en la interpretación de Pico es que el ser humano, lejos de ser la culminación de la creación, como dice el Génesis, aparece aquí como un ser innecesario: sencillamente, se nos ha excluido. En efecto, la creación de Dios parece estar completa sin los humanos. No hay un lugar claro en el cosmos para nosotros ni ninguna función que nosotros, y solo nosotros, podamos desempeñar.

Pero, concluido el trabajo, buscaba el Artífice alguien que apreciara el plan de tan grande obra, amara su hermosura, admirara su grandeza: por ello [...] pensó al fin crear al hombre. Pero ya no quedaba en los modelos ejemplares una nueva raza que forjar, ni en las arcas más tesoros como herencia que legar al nuevo hijo, ni en los escaños del orbe entero un sitial donde asentarse el contemplador del universo.