El tronco encefálico, por ejemplo, es el encargado de mediar nuestras funciones reguladoras básicas, como la temperatura corporal, el ritmo cardiaco, la respiración y la presión arterial. El diencéfalo y el sistema límbico gestionan las respuestas emocionales que guían nuestro comportamiento, como el miedo, el odio, el amor o la alegría. La parte superior del cerebro, la corteza cerebral, regula las funciones más complejas y altamente humanas, como el habla y el lenguaje, el pensamiento abstracto, la planificación y la capacidad de decisión deliberada. Todas ellas trabajan al unísono, como una orquesta sinfónica, de modo que, a pesar de tener capacidades especializadas, ningún sistema es el único responsable del sonido de la «música» que se oye