Tiemblo ante la idea de que cualquier incidente, siquiera el más trivial, pueda influir en esta insoportable perturbación del alma. En realidad, no aborrezco el peligro, sino su efecto absoluto: el terror. En este estado de abatimiento, de debilidad, presiento que llegará, tarde o temprano, la hora en que deba abandonar la cordura y la vida, en lucha con el terrible fantasma: EL MIEDO».