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Álvaro Enrigue

Ahora me rindo y eso es todo

  • Luli Serrano Eguiluzhas quoted4 years ago
    Dijo: «Antes me movía como el viento, ahora me rindo y eso es todo.»
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    de la Atlántida, el país de en medio, el de los que se pegan a la tierra para ocultarse en los chaparrales y ven desde los peñascos para que no los vean. Mi estudio en Harlem, una cañada en la sierra de los Mogollones en Nuevo México, mi sillón de leer asentado en las pedreras infinitas de Chihuahua o los desfiladeros de las Bolas de la Peñascosa en Arizona. Lo que quiera que escriba como el testimonio de algo que se extingue.
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    Pero no lo creo y no me gusta hasta que pienso que tener dos nacionalidades y residencia en un tercer lugar es, en realidad, como dejar de ser todo: vivir como apache. Dos pasaportes y una tarjeta de residencia equivalen, con suerte, a la nacionalidad
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    Nuestros hijos, obviamente, no nos conocen nada. O dejan de conocernos ya que crecen un poco y se decepcionaron. No saben que la ira que creen que es nuestra parte distintiva y sirve solo para educarlos, podarlos, darles el privilegio de ser supervivientes y resistir como apaches si es necesario, es la ira con que, llegado el caso, mataríamos por ellos sin un temblor en el pulso. Me lo dice la abogada de migración gringa con la cara un poco ladeada y la sonrisa incómoda que pone cuando no entiende lo que estoy diciendo: no se explica que alguien se resista a ser residente de Estados Unidos.
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    razonable y un español digno. Responde con un silencio y cuando le pregunto si sigue ahí dice que me está escuchando.
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    Me digo que no importa, que nada cambia si uno tiene documentos que reflejen mejor el tipo de vida que lleva. Me lo dice también Valeria en la hora por la que vale la pena vivir los días, que es la hora en que ya estamos ahítos de saliva y conversamos en voz baja para no despertar a los niños. Me lo dice tocándome la cara. También me lo dice Miquel con su aquiescencia ciega cuando hablamos por teléfono y me quejo de que no tengo tiempo para leer por estar juntando papeles, tramando citas, imprimiendo cosas que demuestren que sería un residente
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    nacionalidad española que me corresponde por ser hijo de refugiada catalana de la Guerra Civil. Así que aquí estoy, trajinando actas y juntando documentos probatorios para volverme un poco gringo –aun si nos arrancaron medio país en una guerra siniestra y abusiva que perdimos– y definitivamente español –aun si esa la ganamos–. Qué problema de autoestima para España que incluso México te gane guerras.
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    Y luego está lo de Miquel, que cuando hablamos por teléfono insiste en que quiere estudiar cine en Varsovia o Berlín cuando termine la licenciatura que estudia en Guadalajara. Me ha sugerido, de manera insistente, que deje de necear con que ganamos la guerra de Independencia y reclame la
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    se mudó a Guadalajara para estudiar cine, las razones para volver a la Ciudad de México se nos terminaron. Para poder seguir manteniendo a la familia, entonces, tengo que dar un paso: dejar de renovar visas, convertirme en residente de este otro país, ser el que soy en otro sitio de manera permanente, dejar de ser extranjero, asumir el rol de migrante y empezar a hacer las cosas que sea que hagan quienes se integran y aclimatan. Me cuesta imaginarme como los dominicanos del barrio, que aunque siguen hablando español entre sí, se ven como padres y abuelos de gringos, que no encuentran insoportable que, al final, los entierren en esos cementerios infinitos y desolados de Queens
  • Haroldo Piñahas quoted10 days ago
    Valeria me toca la cara cuando me ve angustiado. Es frecuente: angustia ser padre de tres y en una familia partida y desplazada. Hago notas para un posible libro sobre la Guerra Apache en un momento de tránsitos en el que no termino de reconocerme. Estoy en el espejo de nuestro baño y en el olor ácido de mi almohada, en las voces de mis hijos menores que me alcanzan temprano detrás de la puerta cerrada: ese tono con el que hacen quién sabe qué planes cuando se despiertan y que es el mejor que tienen. Estoy en la marca que me ha dejado la ausencia de Miquel y en el incisivo central superior de Valeria, adorablemente chueco, cuando despliega la primera sonrisa del día. Pero no estoy del todo donde vivo y mi estatus burocrático me pesa. Nunca quise ser nada más que lo que soy: mexicano. Las cosas del mundo, el miedo a vivir como un apache, me han puesto, sin embargo, en un ánimo claudicatorio. Nueva York ha sido generosa con nosotros, pero estábamos solo de paso y ahora que mi hijo mayor
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