JÚPITER.— Agamenón era un buen hombre, pero cometió un gran error, ¿sabéis? No había permitido que las ejecuciones capitales se realizaran en público. Es una lástima. En provincia, un buen ahorcamiento distrae y deja a la gente un poco harta de la muerte. Las gentes de aquí no dijeron nada porque se aburrían, y querían ver una muerte violenta. No dijeron nada cuando vieron aparecer a su rey en las puertas de la ciudad. Y cuando vieron que Clitemnestra le tendía sus hermosos brazos perfumados, no dijeron nada. En aquel momento hubiera bastado una palabra, una sola palabra, pero callaron, y cada uno tenía, en la cabeza, la imagen de un gran cadáver con la cara destrozada.