La marca de Atenea

Vamos a morir, pero cuenta conmigo.

Una vez libre, la Atenea Partenos llenaba la estancia de energía mágica. Siglos de plegarias y de holocaustos de mortales habían sido llevados a cabo en su presencia. La estatua estaba imbuida del poder absoluto de Atenea

sino la sensación de estar hundiéndose en un exceso de expectativas, unas honduras de las que no podía salir

Nada como un rotundo fracaso para generar grandes ideas

Non plus ultra —dijo Percy.

Annabeth se quedó pasmada.

—Sí. «No hay nada más allá.»

Estáis hablando del inicio de la guerra más sangrienta de la historia de Estados Unidos. Más de seiscientas mil personas murieron: más estadounidenses que en la Primera y la Segunda Guerra Mundial juntas

¿Némesis quería que él se vengara de Gaia? Leo lo haría con mucho gusto. Iba a hacer que Gaia se arrepintiera de haberse metido con Leo Valdez.

—Sí. —Echó un último vistazo al paisaje urbano de Roma, que se estaba tiñendo de rojo sangre a la luz del atardecer—. Festo, iza las velas. Tenemos que salvar a unos amigos.

Entonces Percy soltó el pequeño saliente y juntos, cogidos de la mano, él y Annabeth cayeron en la oscuridad infinita.

Percy agarró más fuerte la muñeca de Annabeth. Él tenía la cara demacrada, llena de arañazos y manchada de sangre, y el cabello cubierto de telarañas, pero cuando la miró fijamente, a ella le pareció que nunca había estado más guapo.

Abrió su programa de visualización tridimensional. Su último diseño seguía visible, la clave del plan de Annabeth, inspirado por la musa más improbable de la historia: Frank Zhang