Una posible respuesta es poner al temible pez bajo la mira de un ente con capacidades de devastación bastante más poderosas. Una bestia cruenta y voraz que no se detenga ante nada. El más terrible de todos los depredadores que hayan caminado jamás sobre la faz de la Tierra. Un organismo despiadado, sanguinario e imposible de saciar. Estamos hablando, claro está, de la carne consciente, el mono parlante. El brutal, efectivo, dedicado y siempre hambriento Homo sapiens.