Ligia

Hay silencios espesos
(uno sabe que están llenos de palabras
como lo que ha hervido
horas y horas
a fuego lento).

palabras en vía de descomponerse
vuelan en círculos

Tu lengua en mi boca
dureza de las palabras que no existen
lengua y lengua
furiosamente entrelazadas.

Tu lengua
un órgano erizado
entrando en mi boca.

No me deja decir.

Ella dice
en la caja de fósforos
se ve una cordillera
de picos muy blancos.
Detrás está el país».

Esas palabras que tanto usamos
fueron cayendo en un pozo
se perdieron en la profundidad.
A veces, como un eco
desde el fondo fondo
vuelve alguna, azumagada.

Las quisimos tanto
será por eso
que nosotros mismos
las empujamos de nuevo
hacia adentro
por la abertura carnosa.

Hay silencios espesos
(uno sabe que están llenos de palabras
como lo que ha hervido
horas y horas
a fuego lento).

La luz del sol atraviesa
las copas de los manzanos
y se fija en una alfombra de frutas caídas.
Fragancia de la madurez,
de proceso terminado.

Borrar a uno del mapa
No estar en el mapa
Caerse del mapa
«Esto es un error» piensa Ligia
sumida en un rencor difuso
contra el país extraño
donde ahora duerme
cocina
espera
un error repite mientras da vuelta la caja de fósforos.
No me puedo ir,
mi cuerpo es el mapa.

Lo transitorio preside todo.

El susurro se interna
en los pabellones delicados del oído:
teníamos desapego por el éxito personal
por el dinero.
Pero no queremos una vejez arrinconados
sin parte
en todo lo que es bello.

Sólo un momento se ha roto
la armonía total del mundo.

El nuevo territorio está abierto, dice Ligia.