—Lukas.
—Llevo enamorado de ti mucho tiempo. Y así voy a seguir. Eso lo tengo claro.
—Lukas…
—Para mí no hay nadie más. —Me da un beso en la mejilla—. ¿Te acuerdas de lo que pasó en otoño? Cuando me porté como un gilipollas e intenté demostrarme a mí mismo que podía seguir adelante sin ti. Pues no puedo, Scarlett. No puedo vivir sin ti. Y por primera vez desde que tengo uso de razón, me da igual. No puedo parar de pensar en ti, y quiero hacer planes contigo, quiero que hablemos sobre el futuro, y me alegro una puta barbaridad…
—Para.
Es nuestra palabra. La que nunca he usado. Y Lukas la reconoce sin problema, porque se endereza al instante.
Tras unos segundos, incluso consigue soltarme.
—Me dijiste que, si te pedía que pararas, tú pararías. Y eso hago. Me… Esto es demasiado. Es mi mejor amiga. Son mi equipo. Y tú eres mi… —Las palabras brotan temblorosas y mueren en mi garganta. Ni siquiera puedo darles forma en mi cabeza—. Te pido que me des un tiempo para pensar qué hacer. ¿Vale?
Se me queda mirando durante un buen rato, su necesidad de respetar mis límites rivaliza con la necesidad que tiene de mí. La expresión resolutiva de su mirada no consigue enmascarar el dolor.
Puede que tenga el corazón tan roto como yo.
—Lo sabes, ¿verdad? —pregunta.
—¿El qué?
—Siempre has estado tú al mando. Me has tenido comiendo de la palma de tu mano desde el principio.
Creo que sí que lo sabía. Ahora no me queda ninguna duda, desde luego.
Esboza una sonrisa, pero esta no le alcanza los ojos.