bookmate game

Noemí Villamuza Manso

  • Mumuhas quoted2 years ago
    SE llamaba Rastro de Dios. Así lo había apuntado San Miguel, capitán de todos los Angeles, al final de su lista. Porque San Miguel tuvo que hacer una lista con los ángeles fieles, y apretar las filas de su ejército, para que no se notase el hueco que habían dejado los ángeles malos.
    A todos les puso su nombre, empezando por Gabriel, el ángel que Dios había creado para anunciar al mundo la más importante noticia, y después apuntó a Rafael, que había de acompañar a Tobías en su viaje, y que desde entonces se cuidaría de conducir, sanos y salvos, a todos los viajeros.
    Y así fue poniendo a todos su nombre hasta que solo quedaba uno: un ángel chiquitín y torponcillo, que no sabía apenas volar.
    San Miguel había encargado a un ángel grande y fuerte, que se llamaba Fortaleza de Dios, que le enseñase; pero todo fue inútil. Él solo sabía volar en el rastro luminoso que dejaba Dios a su paso: como una callecita de luz. Allí sí; allí el ángel chiquitín extendía las alas, y volaba sonriendo feliz; pero en cuanto se descuidaba un poquito y se salía de las huellas de Dios, o se retrasaba demasiado y perdía la luz, sentía un peso de plomo en las alas y empezaba a caer, a caer, hasta que algún ángel lo recogía, y volvía a colocarlo en la callecita, donde el ángel chiquitín volaba feliz, sintiéndose seguro como un niño en su cuna.
    Por eso, cuando San Miguel-Capitán hizo su larga lista con el nombre de todos los ángeles, escribió el último: Rastro de Dios, para que así se llamase en adelante el ángel chiquitín.
    Y dijo San Miguel:
    —Ten cuidado, Rastro de Dios, y no te apartes de sus huellas, porque Dios va a crear el mundo y los hombres nos darán mucho trabajo, y, si te caes, tal vez no podré mandar un ángel para que te recoja.
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    Caperucita Roja salió en seguida para ir a casa de su abuela, que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre Lobo, a quien le entraron muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió, porque había algunos leñadores por la floresta. Le preguntó adónde se dirigía. La pobre niña, que no sabía lo peligroso que es detenerse a escuchar a un lobo, le dijo:
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    —Voy a ver a mi abuela, y a llevarle una torta con un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    —¿Vive muy lejos? —le dijo el Lobo.

    —¡Oh, sí! —dijo Caperucita Roja—. Al otro lado del molino que podéis ver allá lejos, en la primera casa del pueblo.

    —Pues bien —dijo el Lobo—, yo también quiero ir a verla; voy a tirar por este camino y tú por aquel, a ver quién llega antes.

    El Lobo echó a correr con todas sus fuerzas por el camino que era más corto, y la niña se fue por el camino más largo, entreteniéndose en coger avella
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    nas, correr detrás de las mariposas y hacer ramilletes con las florecillas que iba encontrando.

    No tardó el Lobo en llegar a la casa de la abuela. Llama a la puerta: «Toc, toc».

    —¿Quién es?
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    —Soy tu nieta, Caperucita Roja —dijo el Lobo, imitando la voz de la niña—, y te traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre te envía.

    La buena de la abuela, que estaba en la cama porque se encontraba un poco mal, le gritó:

    —Tira de la llave, que caerá el pestillo.1
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    El Lobo tiró de la llave y la puerta se abrió. Se arrojó sobre la buena mujer y la devoró en un periquete, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita Roja, que llegó un poco después y llamó a la puerta: «Toc, toc».

    —¿Quién es?

    Caperucita Roja, que oyó el vozarrón del Lobo, tuvo miedo al principio, pero, creyendo que su abuela estaba resfriada, respondió:
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    —Soy tu nieta, Caperucita Roja, y te traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre te envía.

    El Lobo le gritó, suavizando un poco la voz:

    —Tira de la llave, que caerá el pestillo.

    Caperucita Roja tiró de la llave y la puerta se abrió.

    El Lobo, al verla entrar, le dijo mientras se ocultaba en la cama bajo la manta:

    —Pon la torta y el tarrito de mantequilla encima del baúl y ven a acostarte conmigo
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    Caperucita Roja se desnuda y va a meterse en la cama, donde se queda muy sorprendida al ver el aspecto que ofrece su abuela en paños menores. Le dice:

    —Abuelita, ¡qué brazos tan grandes tienes!

    —¡Son para abrazarte mejor, hija mía!

    —Abuelita, ¡qué piernas tan grandes tienes!

    —¡Son para correr mejor, niña mía!

    —Abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes!

    —¡Son para oír mejor, niña mía!

    —Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
  • Rebeca Martínezhas quoted10 months ago
    Le preguntó adónde se dirigía. La pobre niña, que no sabía lo peligroso que es detenerse a escuchar a un lobo, le dijo:
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)