El tiempo es el principal enemigo en la búsqueda de un niño desaparecido. Cuando la ausencia se prolonga, para los padres, la posibilidad de dar con el paradero de su hijo se convierte en un proceso largo, costoso y emocionalmente agotador. Con los años, además de no saber dónde está, la incertidumbre crece al no saber cuánto ha cambiado físicamente. Una incógnita que, el antropólogo forense, Eduardo Espejel, intenta resolver a partir de la progresión de edad, una herramienta de búsqueda e identificación para personas menores de edad desaparecidas. Mónica Ocampo nos cuenta esta historia.